“Érase una vez la historia de cuando el malvado ladrón Burbuja Sucia decidió que robaría todo el dinero del mundo y empezó por robar el banco de un pueblo. Burbuja Sucia entró una mañana en el banco, se acercó a la ventanilla y pidió un cheque para comprar jabón sucio ante los ojos atónitos del hombre de la ventanilla y aprovechando su sorpresa le puso una cinta en los ojos y le ató entero para poder robar todo el dinero sin que le vieran.
– ¡Oh, socorro! ¡¡¡Ojalá viniera alguien a rescatarme!!!
– Voy a robar todo el dinero del banco. Nadie podrá detenerme. Está completamente atado, ¡hahaha!
– No, no me robe el metrobús.
– Te robaré todo y dejaré un charco de agua sucia en el banco, porque soy ¡Burbuja Sucia!
Pero no había nadie que pudiera ayudarle… ¿¡nadie!? Super Volador siempre estaba dispuesto a ayudar. Pero otra vez, Super Volador llegaba tarde y al llegar al banco Burbuja Sucia ya se había marchado. Cuando desató al dueño del banco éste le contó como un malvado ladrón había robado todo el dinero del banco. Nuestro superhéroe estuvo buscando pistas hasta que, de pronto, se resbaló en el suelo con el charco de agua sucia poniéndose perdido.
– Ummm… qué raro… un charco de agua sucia… esto puede ser importante.
– Por favor, ayúdeme a recuperar el dinero.
– Yo te ayudaré porque soy… ¡Super Volador! Iré a buscar al malvado y traeré de vuelta todo el dinero del pueblo.
Nuestro querido superhéroe guardaba el secreto de sus superpoderes, nadie sabía que era Super Volador, ni siquiera su padre que le llamaba por su nombre de pila: Gonzalo Concha. El padre de Gonzalo todos los días le mandaba muchas tareas: ir a la compra, poner la mesa, barrer, pasar el aspirador, etc. muchísimas tareas y aunque siempre las hacía muy rápidamente estaba tan ocupado que llegaba tarde a todas partes:
– Ay, que siempre llegas tarde Conchi.
– No me llames Conchi, papá.
– Pero si es tu nombre…
– No sé por qué os empeñasteis en ponerme a la vez los nombres del abuelo y de la abuela. De todas maneras, ¡llámame Gonzalo!
– Bueno, ahora que no tienes nada que hacer…
Y así el padre de nuestro superhéroe, como ya había terminado las tareas, le envió al mercado a buscar Plátanos, Fresas, Pastel de Carne, Manzanas y Mandarinas.
Mientras tanto, Burbuja Sucia contaba el dinero que había robado junto con su ayudante Babosa.
– Mira todas estas monedas Babosa.
– Señor, hay pizza para cenar. Le he puesto anchoas, calamares, coco y piña.
– ¡Le has puesto todo lo que no me gusta! ¿Por qué…?
– Ya se la traigo, señor.
– Mi plan malvado es conseguir mucho, mucho, ¡mucho dinero!
– ¿Para qué, señor?
– ¿Para qué? Para tenerlo, y cuando lo tenga, lo meteré todo en una charca sucia para que nadie lo encuentre.
– Es que usted va dejando su rastro de agua sucia por todas partes y cualquiera podría seguirle.
– ¡Qué va! Eso no podría pasar.
Mientras, en el mercado, nuestro superhéroe recordaba su lista de la compra y aprovechaba su visita para preguntarle a su amigo el dependiente de la frutería, Rodrigo, que siempre andaba ojo avizor y sabía mucho de todo lo que pasaba en el pueblo. Rodrigo solía ayudar a nuestro héroe en su búsqueda de pistas, así que le preguntó:
– No habrás visto un charco lleno de… burbujas.
– No te referirás a burbujas… sucias.
– Sí, por increíble que parezca se trata de un jabón sucio que en lugar de limpiar ¡ensucia!
De pronto apareció la señora Fermina y los dos disimularon como si no pasara nada mientras ella compraba sus frutas y verduras. Una vez se hubo marchado continuaron con sus investigaciones.
– ¿Tienes alguna pista de por dónde ha podido irse este malvado?
– Me ha parecido ver unas burbujas sucias en la parte de atrás del mercado, bajando al almacén.
Entonces apareció Babosa que iba a comprar más piña y coco para la pizza de Burbuja Sucia, pero como ninguno de los dos sabía quién era, no sospecharon nada. Sin embargo, al pagar, lo hizo con una antigua moneda llena de moho. Al verlo, nuestro superhéroe, sospechó que podría ser amigo de Burbuja Sucia, y decidió que se ocultaría por allí a vigilar por si aparecía el malvado.
De pronto apareció por allí el padre de nuestro héroe y Super Volador se cambió rápidamente para que no descubriera su identidad secreta de superhéroe. Y claro, cuando su padre le vio:
– Pero hijo, ¿todavía aquí? Date prisa con las compras que vas a llegar tarde a casa para comer.
– Sí papá, sí…
Y así, disimulaba con Rodrigo, comprando todos los elementos de la lista que llevaba: Plátanos, Fresas, Pastel de Carne, Manzanas y Mandarinas. Una vez se hubo marchado su padre pudo volver a la vigilancia.
Al cabo de un tiempo, disfrazado, apareció por allí el mismísimo Burbuja Sucia que venía a encontrarse con Babosa para preparar su próximo golpe, atracar la frutería. Gonzalo, nuestro héroe, le siguió por aquí y allá hasta que estuvo seguro de sus malvados planes, pero cuando estaba a punto de saltar sobre el malvado. Apareció el padre de Super Volador y, claro, no pudo salir temiendo que su padre le reconociera.
Por allí andaba también el dueño del banco, que estaba enfadado porque todavía no había recuperado el dinero del banco. Al ver a nuestro héroe que observaba agazapado detrás de una caja de manzanas, empezó a gritarle muy enfadado:
– ¡Eh, tú, Super Volador!¿¡Cuándo vas a recuperar el dinero!?
– Estoy siguiendo una pista…
– ¡Yo no veo que estés haciendo nada! Ya te puedes dar prisa, ese dinero tiene que estar de vuelta antes de mañana o la gente del pueblo ¡se quedará sin nada!
– Está bien, está bien… ya voy.
Y así fue nuestro héroe a la parte trasera del mercado donde habían encontrado la última pista, aunque el charco de agua sucia estaba fresco, Burbuja Sucia y su ayudante habían conseguido escapar a la Isla de las Flores, por suerte, Rodrigo, el dependiente, había oído la conversación de los villanos y pudo contarle a Super Volador dónde debía ir. Pero antes, tenía que llevarle a su padre todo lo que le había encargado.
En la casa de nuestro héroe estaba su padre haciendo la comida cuando él llegó con la compra: Plátanos, Fresas, Pastel de Carne, Manzanas y Mandarinas. Y ahora, una vez terminadas todas las tareas, por fin, podría encargarse de ir tranquilamente a por Burbuja Sucia pero justo cuando iba a salir su padre le mandó un último recado:
– Oye Conchi…
– No me llames Conchi… llámame Gonzalo.
– Está bien, Gonzalo. Necesito que me traigas unas flores para poner en la mesa, unas margaritas.
– Vale, papá, te traeré unas margaritas (menos mal que me dirijo a la isla de las flores).
Mientras tanto, en la Isla de las Flores, Burbuja Sucia escondía todo el dinero en su guarida, que era una pequeña cueva bajo el árbol más grande de la isla. A este malvado le gustaban mucho las cuevas porque eran oscuras y estaban llenas de moho, aunque tenía que esquivar el agua limpia que se filtraba por las piedras que caía haciendo ‘plic, plac’.
– Pero señor –preguntó Babosa- ¿no teme que venga Super Volador?
– Ja,ja,ja… ¡qué va! Super Volador nunca podrá encontrar esta cueva porque…
Y mientras hablaba, nuestro superhéroe entraba volando por la puerta de la cueva, aterrizando en medio de un resbaladizo charco de los de Burbuja Sucia pero esta vez consiguió mantener el equilibrio para no hacer ningún ruido y que nadie le viera antes de tiempo. Así, Super Volador pudo lanzarse sobre Burbuja Sucia y taparle los ojos con una cinta; por fin podría recuperar el dinero del pueblo. Y estaba tan contento nuestro héroe mirando al malvado que no se dio cuenta que Babosa había entrado en el cuarto con el ‘gorro de dormir’, que dejaba fuera de combate a quien lo llevara en la cabeza, y mientras continuaba distraído, Babosa le ponía el gorro a Super Volador que caía en un profundo sueño a merced de los villanos, ahora nadie podría ayudar a nuestro superhéroe, todo estaba perdido.
Efectivamente, todo estaba perdido para Super Volador, atrapado en el mohoso sueño del gorro de dormir. ¿Quién podría ayudarle? Pues sí, los amigos y amigas que Super Volador había hecho en todo el pueblo podrían ayudarle porque lo que más odiaba Burbuja Sucia era el agua limpia y, como todos los niños y niñas saben, el agua hace ‘plic plac’ así que haciendo este ruido, los amigos de Super Volador se fueron acercando y Burbuja Sucia desesperado por el miedo, pensando que se le venía encima el agua limpia, se cayó desmayado y así pudieron liberar a Super Volador que agradeció mucho a todos sus amiguitos y amiguitas por su ayuda y se fue volando con el dinero y las margaritas de vuelta a casa.
Tanta prisa llevaba que entró volando por la ventana sin quitarse su traje de super héroe:
– Hola papá, ya estoy de…
– Pero… pero… tú… tú eres… ¿Super Volador? Tu eres un superhéroe.
– ¿Qué? ¡Andá! –Y entonces se daba cuenta de que no se había cambiado de ropa y trataba de escabullirse cuando su padre le reconoció:
– ¿Conchi?
– ¡Que no me llames Conchi, papá!
– ¡Pero si eres mi hijo! ¿¡Tú eres Super Volador!?
– Sí, papá…
– Claro, por eso hacías tan rápido todas las tareas. Por cierto, ¿me has traído las flores que te pedí?
– Sí, papá, aquí tienes las margaritas. Ahora tengo que ir a devolver el dinero al banco.
Y así Super Volador devolvió el dinero al banco para que todos los habitantes del pueblo pudieran disponer de él. Del malvado Burbuja Sucia no se volvió a saber más y se cree que el agua limpió su jabón sucio convirtiéndolo en jabón normal y ahora se dedica a lavar y peinar perros en una perrera. Babosa se quedó a vivir en la cueva y una vez a la semana iba a comprar coco y piña a Rodrigo para hacer sus pizzas que se hicieron bastante famosas en el pueblo. Y Conchi, bueno Gonzalo, nuestro héroe, vivió muy feliz con su padre que entendió que su trabajo como Superhéroe era muy importante así que se repartieron las tareas y Super Volador llegó siempre a tiempo desde entonces.
Y colorín colorado… Este Cuento Irrepetible se ha acabado.”
25 de Febrero de 2015
Colegio Garcilaso de la Vega – Cuentos Irrepetibles