La Traición de Lucía

LA TRAICIÓN DE LUCÍA

Érase una vez una cárcel, uno de esos fríos edificios rodeados de muros y alambradas para que nadie pueda salir, porque lo que se dice entrar… nadie quiere entrar allí. Sin embargo es en el interior de esta prisión donde comienza esta historia. Y es que en una de las celdas estaba encerrada Lucía,  una joven buceadora, valiente y audaz, que disfrutaba recorriendo el fondo marino, viendo peces, algas, corales… la encantaba contemplar la vida submarina, tenía algo especial, algo misterioso que le apasionaba. En sus viajes submarinos buscaba barcos hundidos y recuperaba sus tesoros y sus historias. Aunque ahora, de todo aquello no tenía más que recuerdos porque desde que la habían encerrado allí, no había vuelto a ver el mar, y eso que la prisión estaba precisamente situada junto al él, las olas rompían contra las rocas y el agua salpicaba los muros exteriores. Pero Lucía sólo podía escuchar de fondo ese sonido y recordar.

En aquella celda su único amigo era Huesitos, un esqueleto de esos con grillete al pie y bola de metal. Mantenían largas conversaciones sobre muchísimas cosas, Huesitos llevaba ya tanto tiempo allí que ni se acordaba y lo que más echaba de menos era poder comer alguna fruta fresca, porque allí no había nada de eso. Nada más les daban comida enlatada y muy rara vez alguna verdura, pero fruta… fresca… no, de eso no, no había visto una pieza de fruta desde 1998 cuando un preso trajo escondida una manzana entre sus cosas.

La cuestión a la que más vueltas daba Lucía era por qué la habían encerrado allí, ella no había hecho nada malo. Y lo que no sabía era que había sido traicionada vilmente por alguien, una persona con mucho poder y muy mala uva, el Sheriff Pepinillo, el encargado de la prisión. Aprovechando sus influencias había conseguido detener y encerrar a Lucía y, una vez allí, siendo él mismo el encargado, no le costó mucho mantenerla encerrada, todo era parte de un terrible plan. Este hombre se había propuesto acabar con las especies marinas y con todo el fondo del mar, en una suerte de venganza hacia todos los peces y animales marinos, había decidido terminar con cualquier ser vivo de las profundidades acuáticas, ya fuera cazándolo, echándolo o simplemente exterminándolo… Y todo venía porque, de pequeño, había sido mordido por un pez y ahora pensaba que era ya el momento de su venganza.

El Sheriff Pepinillo tenía como ayudante a Almudeno, un hombrecito calvete y barbudo, con unas grandes gafotas que le daban aspecto de buen tipo y es que, en el fondo, eso es lo que era, un buen tipo atrapado por otro un bastante menos bueno, que le hacía pensar que era su amigo. Almudeno tenía una ilusión: poder celebrar su cumpleaños pero siempre, ya fuera por una cosa u otra, el sheriff acababa por cancelar la celebración, y eso le mantenía allí, esperando, junto a quien pensaba que era su único amigo, para celebrar, por primera vez, su cumpleaños. Y, aunque a él le parecía tremendamente injusto, no podía hacer nada mientras estuviera a su servicio.

Lucía resultaba un estorbo para los planes del Sheriff Pepinillo, éste había pensado que una buceadora tan buena conocedora del mar, protectora de las profundidades, debía ser quitada de en medio, aunque también podría servirle de utilidad más adelante y por eso la había dejado encerrada en la celda 127 de aquella prisión. Durante un tiempo, se había ganado su confianza haciéndola pensar que eran amigos, acompañándola en sus viajes submarinos (en los que aprovechaba para tomar notas sobre especies de animales y plantas que quería eliminar), manteniendo largas conversaciones (en las que apuntaba los puntos débiles de Lucía, como los tiburones que tanto miedo le daban) y después, un día, de la noche a la mañana, la había traicionado, así sin más, haciéndola detener y encerrándola sin que ella lo supiera.

Para el sheriff era un plan perfecto, pero para Lucía, todo aquello era una pesadilla.

Un día, Lucía ya no pudo esperar más, echaba de menos el mar y tenía que escapar de aquella prisión. Habló con Huesitos y decidieron que juntos podrían escapar de allí, así que probaron varias formas para salir: primero golpeando la  puerta con un martillo, luego rompiendo los barrotes, también lanzando una morsa… pero ninguna de ellas daba resultado; de verdad, habían probado de todo. Hasta que un día, sin saber muy bien por qué, les llegó la feliz idea de hacer un túnel que les llevase hasta el exterior, concretamente saldrían por la zona en que más golpeaba el mar, así podría directamente saltar al agua y marcharse buceando (para no volver más).

Mientras Lucía y Huesitos cavilaban la mejor forma de escarbar el túnel, el Sheriff Pepiinillo revisaba sus planes de acabar con el fondo marino:

– Jajaja, qué gran plan, dentro de poco habré acabado con todas las especies de animales y plantas del mar y despúes… después a leer un cuento y a dormir, digo no, después habré conseguido mi venganza. Por fin me las pagará aquél pez que me mordió cuando era pequeño. Yo tendré el poder sobre el mar y todo será mío… ¡Mío!

Aquella tarde, Almudeno apareció por el despacho del Sheriff Pepinillo, tenían que ultimar los detalles del plan y darse mucha prisa en hacerlo. Y además, tenía hambre… tenía mucha hambre. Esto no lo decía porque sí, la verdad es que llevaba años queriendo una tarta para su cumpleaños, y globos, y sándwiches y… y celebrarlo vaya. El Sheriff le dijo que primero tenía que terminar todas las fases del plan y que lo primero era soltar un montón de tiburones blancos en el mar para que fueran comiéndose a los peces más pequeños y comenzar así ¡la desaparición de la fauna y flora marinas! Almudeno no estaba muy de acuerdo con aquello pero todo fuera por celebrar de una vez su cumpleaños.

Mientras, Lucía y Huesitos pensaban cómo detener al Sheriff, si no lo hacían pronto, no habría tiempo de salvar el mar, cientos de especies se extinguirían y nunca volvería a ser como antes. Mientras excavaban en la tierra para hacer el túnel de huida, generalmente eran muy cuidadosos y esperaban a que todos se hubieran ido a dormir pero tenían tanta prisa y el final del túnel estaba tan cerca que esa misma tarde comenzaron a cavar. Los ruidos de la excavación los oyó el pobre Almudeno que venía muy triste porque, un año más, Pepinillo se la estaba jugando, ya estaba viendo que volvería a cancelar la celebración hasta el año siguiente; le había prometido que celebrarían el cumpleaños y, sin embargo, había encontrado, como todos los años, una excusa para enfadarse y ya estaba otra vez a punto de cancelarlo. Almudeno estaba cansado de tanto enfado y fue justo en ese momento cuando oyó los ruidos y se acercó a mirar, vió que había un túnel excavado en la base de una de las torres de vigilancia. Al ver aquello, primero estuvo tentado de dar la voz de alarma pero luego pensó que quizá podría ser también una oportunidad para él de escapar.

Sólo Lucía llegó a atravesar el túnel, Huesitos decidió quedarse atrás y vigilar que nadie les descubriera. Cuando Lucía llegó al otro lado y vio el mar se puso tan feliz… Tenía unas ganas terribles de bañarse. Volvió atrás a contárselo a Huesitos, lo cerca que estaba el mar, lo fuerte que golpeaban las olas… Entonces, en medio del túnel, apareció Almudeno, los tres se sobresaltaron muchísimo y trataron de buscar alguna excusa, pero Almudeno decidió que lo mejor iba a ser ayudarles y acabar con aquella prisión de una vez y con su trabajo para el Sheriff y que si quería celebrar su cumpleaños, tendría que ser fuera de allí. Así que les contó a Lucía y Huesitos el gran secreto del sheriff: que tenía un miedo terrible a los peces. Lucía tuvo una gran idea, recorrería el mar avisando a todos los pececitos para que pudieran ayudarles a encerrar a Pepinillo y salvar el fondo del mar. Estaba ya entrando por el túnel cuando Almudeno le advirtió: -El jefe me ordenó soltar un montón de tiburones blancos en el mar, así que ten cuidado. Lucía se quedó blanca de espanto, no quería ver un tiburón ni en pintura. Pero la ocasión merecía la pena y pensó que podría hacerlo esquivando a todos los tiburones, qué equivocada estaba.

Lucía se armó de valor y cruzó el túnel y cuando estaba a punto de saltar al agua, vio un enorme tiburón blanco que la miraba a ella también. Los dos salieron disparados en direcciones opuestas, Lucía huyendo del tiburón y, éste, huyendo de la chica. Tras unas cuantas vueltas, Lucía pensó que quizá, si a ella le daba miedo él, a él también le daría miedo ella. Así que hizo de tripas corazón y trató de acercarse al tiburón, éste trataba de huir hasta que Lucía, a gritos, le preguntó: ¿de qué tienes miedo? El tiburón le respondió: -De los humanos, que te cogen mientras estás en el mar y se te llevan para siempre. Lucía comprendió que en realidad lo que pasaba era que estaban asustados porque no sabían cómo era el otro y creían que les iba a hacer daño. Lucía se acercó lo más posible al mar y le contó lo que estaba pasando con el Sheriff y que, aunque también había personas malas, la mayoría de la gente era buena y no tenían nada que temer y que, en esta ocasión, si colaboraban, todos saldrían ganando. El tiburón decidió darle una oportunidad a las personas y rápidamente llegaron a un acuerdo, cada uno avisó a los peces de una zona, en un periquete peces de todos los lugares se habían juntado en torno a la prisión. En cuanto tuvieron a todos dispuestos, se escondieron por todas partes rodeando la piedra donde el Sheriff Pepinillo iba a contemplar su gran plan. Así que sólo tenían que esperar a que se asomara, y todos los peces saltarían sobre el Sheriff, aprovechando su miedo y su sorpresa, podrían apresarle y meterle en una celda para que dejara de molestar de una vez por todas.

Y así lo hicieron, cuando el Sheriff Pepinillo bajó a contemplar su gran plan malvado, pececillos de todas partes empezaron a saltar del agua rozándole la cara, salpicándole agua y haciéndole muecas al pasar. El sheriff se quedó completamente aturdido, Lucía se lanzó sobre él apresándole inmediatamente y encerrándole en una de sus propias celdas.

Una vez liberados de aquél malvado hombre, los peces y los humanos se pusieron a hablar, ninguno quería que aquella prisión se mantuviese ahí, así que decidieron transformarla y convertirla en algo que les pudiese servir a todos, desde entonces, es uno de los parques acuáticos más visitados por los niños y niñas del mundo y también por todos los pececitos del mar. Lo que antes fue una terrible prisión ahora era un lugar de diversión para animales marinos y personas de todas partes del mundo.

Lucía por fin consiguió volver a bucear, surcar los mares y encontrar tesoros hundidos. Y Huesitos por fin pudo celebrar su cumpleaños, pero no uno cualquiera su primer cumpleaños se convirtió en una gran fiesta en el parque de atracciones donde un montón de amigos y amigas de la tierra y del mar se acercaron a jugar y a comer tarta de frutas, aquél cumpleaños todavía hoy es recordado por todos en el parque de atracciones. Y Lucía aprendió una valiosa lección sobre lo importante que es conocer a las personas (y a los tiburones) antes de decidir si son buenas o malas.

Y Colorín Colorado… este Cuento Irrepetible se ha acabado.