La Aventura del Astronauta Bartolo y La Piedra Solar

“Érase una vez, en La Luna, un astronauta llamado Bartolo a quien le encantaba recoger y clasificar piedras, le gustaban las piedras de todo tipo: piedras grandes, pequeñas, redondas, cuadradas, lisas, brillantes, con forma de pescado… de muchos muchos tipos, Bartolo las cogía, las limpiaba y las metía en su bolsa. Al llegar a casa, vaciaba su bolsa y ponía en un lugar preciso para cada piedra que guardaba en su colección. Y así se pasaba los días Bartolo el astronauta, en La Luna. Para poder encontrar piedras diferentes tenía unas gafas con las que podía ver muy muy lejos, por ejemplo, podía ver piedras que estaban al otro lado de La Luna, en el Mar de La Tranquilidad, incluso podía ver La Tierra. Y, a veces, por las noches, se sentaba a mirar qué hacía la gente de La Tierra.

A Bartolo le faltaba una piedra fundamental para su colección: La Piedra Solar, una piedra que daba luz y calor. Cuando todavía vivía en La Tierra, Bartolo había sabido que, hacía mucho tiempo, una piedra se había desprendido del Sol y había caído en La Luna, una piedra que podía calentar a la gente que tenía frío e iluminar por las noches donde no había electricidad. Por eso habían organizado una expedición para ir a buscarla; el plan era llegar a La Luna, recoger La Piedra Solar y volver, debían haber tardado apenas un mes pero resultaba mucho más difícil encontrarla de lo que habían esperado y, por eso, aunque el resto de la tripulación ya se había vuelto a La Tierra, Bartolo se había quedado allí buscando y, después de varios años, se había acostumbrado a la vida en La Luna.

Pero no estaba solo, Bartolo tenía un amigo, Alejandro, un dinosaurio lunar. Los dinosaurios lunares son igual igual que los terrestres salvo por una cosa: que no tienen mucha fuerza, porque en La Luna las cosas pesan menos y, claro, no se ejercitan. Así que siempre que cogía la bolsa de piedras de Bartolo, se le caía la bolsa y las piedras salían rodando por todas partes.

Bartolo y Alejandro se divertían mucho buscando La Piedra Solar y recolectando piedras en La Luna para la colección y por eso se encontraban todos los días por la mañana para ir juntos en una nueva búsqueda.

Pero no eran los únicos en la búsqueda de aquella piedra especial, un hombre malencarado y amargado, Paco se movía también por aquellas tierras lunares junto a su acólito y fiel ayudante Paquito Junior. Ambos andaban tras La Piedra Solar pero por motivos totalmente diferentes, Paco había diseñado un rayo que transformaba a la gente en ¡Oro! y para completar su máquina precisaba de la luz y el calor que sólo esa piedra era capaz de emitir. Paco y Paquito Junior planeaban convertir a toda la gente en Oro pero no será sólo por el dinero, Paco el amargado quería hacerse un ajedrez de oro a tamaño natural y para eso pensaba utilizar a personas de verdad que su máquina transformaría en piezas doradas. Paco se había sentido triste y amargado desde que era pequeño y nadie quería jugar con él, por eso, ahora su venganza se cobraría jugando con todos aquellos que nunca le hicieron caso pero convertidos en estatuas doradas. Con el tiempo Paco se había convertido en un tipejo solitario, amargado y que, además, no soportaba la visión del agua, por eso se había marchado de La Tierra (el planeta azul), para no ver una gota de agua nunca más.

La mala fortuna quiso que nuestros malvados Paco y Paquito Junior encontraran una extraña pieza de tela con garabatos escritos en él, por la forma de los dibujos, sabían que se trataba de algo referente a La Piedra Solar pero afortunadamente no eran capaces de descifrar aquellas notas. Desafortunadamente el Sheriff Lunar, siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesitara, apareció en el momento que ambos discutían sobre el significado de esa tela para desvelarles que aquello que tenían entre manos era ni más ni menos que ¡un mapa del paradero de La Piedra Solar! Afortunadamente la Piedra se encontraba en Marte y no podían alcanzarla, desafortunadamente, eso no iba a frenar a Paco y Paquito Junior que ya estaban preparándose para un viaje relámpago al planeta rojo.

Bartolo, mientras tanto, al otro lado del satélite, se encuentra con los hermanos Tin y Ton que siempre están al tanto de todo lo que ocurre en La Luna pero se distraen con facilidad y, aunque ellos sabían todo lo del mapa y lo de Marte y todo lo demás… se acordaron de pronto de un chiste muy bueno, se lo contaron a Bartolo y se marcharon riéndose a carcajadas, así, sin más.

Por suerte, Alejandro, su amigo el dinosaurio lunar, también había oído que Paco y Paquito Junior se dirigían a Marte en busca de La Piedra Solar. Así que los dos se subieron en la nave de Bartolo que lleva una silla espacial homologada para llevar a dinosaurios lunares (siempre a contramarcha por seguridad).

Así, la Luna se despide de nuestros dos protagonistas mientras Marte acoge amablemente esta aventura y les da la bienvenida.

Al aterrizar, rápidamente unas marterenas (típicas habitantes de marte) salieron a recibirles con una típica canción de bienvenida. Las marterenas les ofrecen algo de comer (Dragón con tomate, típica comida marciana) después de un viaje tan largo y, por supuesto, Bartolo que ya estaba bastante hambriento, aceptó de buen grado.

Pero nadie se había percatado de que Paco y Paquito Junior habían sabido de su llegada y sin que se dieran cuenta habían envenenado la comida de manera que, en cuanto Bartolo probó la comida, cayó irremediablemente dormido en un profundo sueño. Paco aprovechó ese momento para emplear un sucio truco, le puso un sombrero de cristal azul, que paralizaba a cualquiera que lo llevase puesto y que pesaba tanto que difícilmente alguien podía quitarlo.

Al llegar Alejandro donde se encontraba Bartolo se lo encontró paralizado por el sombrero y aunque intentaba ayudarle, los dinosaurios lunares no tienen mucha fuerza, y no era capaz de quitarle el pesado sombrero de cristal azul. Sin embargo, Alejandro, aunque no era fuerte era muy listo y sabía que los dinosaurios terrestres sí que tenían fuerza, así que llamó a sus amigos de La Tierra y uno vino en su ayuda raudo y veloz para ayudarles a quitar el sombrero.

Mientras tanto, Paco y Paquito Junior habían encontrado La Piedra Solar y se disponían a volver a La Luna para completar su máquina que convertiría a la gente en oro. Al subirse a su nave encontraron que esta estaba fallando, o eso parecía, porque lo que Paco quería era que Paquito Junior se bajara a empujar para dejarle allí solo y no tener que compartir su ajedrez de oro con nadie, ¡nadie! Cuanto más se alejaba la nave de Marte, más se iba enfadando Paquito Junior dándose cuenta de que Paco no era en realidad amigo suyo sino que, más bien, le había utilizado todo este tiempo para conseguir sus propósitos y nunca había querido compartir nada con él.

En ese momento llegaron a todo correr Bartolo y Alejandro, tratando de impedir la huida de Paco ya que, una vez en la luna, no serían capaces de encontrar su guarida. Sin embargo, sólo llegaron a tiempo de ver cómo la nave de Paco se alejaba en el espacio. Desolados, pensando que todo estaba ya perdido, oyeron una especie de quejido, gruñido, mezclado con sollozo, era Paquito Junior que se lamentaba entre dientes de haber confiado en Paco.

Al verles, primero se asustó, pensando que ahora la tomarían con él, pero Alejandro le vio algo tristón y le preguntó si podía ayudarle en algo. Eso era algo que Paco nunca había hecho por él, y eso que habían pasado juntos un montón de tiempo y se suponía que eran amigos. Bartolo le explicó que eso es lo que hacen los amigos y que lo de hacer un Ajedrez con personas estaba bastante feo, así que Paquito Junior les dibujó un mapa indicando dónde se encontraba la guarida de Paco y por dónde podían entrar sin ser vistos. Paquito Junior, por otro lado, decidió quedarse en Marte y que a partir de entonces se haría llamar sólo Junior porque no quería volver a oír hablar de ningún Paco.

Alejandro y Bartolo se fueron a toda prisa siguiendo el mapa y tratando de impedir que Paco completara su rayo. Cuando llegaron a la guarida entraron sigilosamente, pudieron ver como el amargado Paco se jactaba de su rayo y de cómo iba a convertir a todos en oro e iba a jugar con ellos en su ajedrez gigante ya que nadie había querido jugar con el antes. Paco saltaba de acá para allá satisfecho de su malvado plan cuando le entró hambre y llamó a su criada Angustias para que le trajera la merienda; Angustias tardaba algo más de lo habitual en aparecer y era porque Bartolo se disfrazaba de criada mientras Alejandro había distraído a Angustias con unas encuestas sobre satisfacción de los servicios lunares.

Aprovechando la ocasión, Bartolo había colado unas piedras de agua de su colección en la bandeja de la merienda ya que sabía que Paco le temía al agua más que a nada, y con ellas hizo que comenzara a llover dentro del cuarto donde se encontraba Paco. Desconcertado y asustado Paco corrió de acá para allá tratando de refugiarse en algún lado pero allá donde fuera la lluvia caía por efecto de las piedras de agua, así que por fin Paco salió huyendo de su guarida.

Mientras Alejandro y Bartolo abrían la máquina del rayo para recuperar La Piedra Solar, Paco volvió a aparecer en la guarida, con un chubasquero, porque no estaba dispuesto a permitir que se deshicieran de él y de su plan. Sin embargo, no contaba con que los amigos terrestres de Alejandro, se habían quedado en La Luna de visita cuando fueron a ayudarles con el sombrero de cristal, y ante eso sí que Paco no pudo hacer ya nada. Cayó de rodillas y se rindió, todo lo que quería era jugar como habían hecho todos los demás niños. Alejandro era un experto jugador de ajedrez y estaba dispuesto a una partidita de vez en cuando siempre que Paco no volviera a tramar un plan como ese.

Por fin, Bartolo había conseguido La Piedra Solar que había venido a buscar tantos años atrás… sin embargo, ahora, había pasado tanto tiempo en La Luna y había hecho tantos amigos que no podía abandonarla, ni a su colección de rocas. Así que aquella tarde envió La Piedra Solar a La Tierra para que pudieran aprovechar su luz y calor y se volvió para contemplar la estantería donde, entre todas las demás rocas, un pequeño fragmento iluminaba toda la estancia y le recordaría por siempre toda aquella aventura.

Y colorín colorado… Este Cuento Irrepetible se ha acabado.”

21 de Mayo de 2016

Fiesta de la Lactancia y la Crianza de Coslada

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