Las Aventuras de La Pirata Garrapata y su lobo

“Érase una vez una pirata llamada Garrapata que era la única pirata que no se dedicaba a abordar barcos y robar tesoros, por eso los demás piratas le tenían un poco de envidia, porque ella era una buena persona y cuando se juntaban y los demás piratas decían: -¡Vamos a beber y a robar tesoros!- Ella respondía: -Noooo, lo que tenemos que hacer es buscar un tesoro entre todos y repartirlo.

Así que después de un tiempo, acabó viviendo sus aventuras alejada de los demás piratas y estos además, para vengarse, le trataban de robar a ella y abordaban sus barcos.

La Pirata vivía en su castillo con la ayuda de su amigo el Lobo Lobobobo, que era un lobito muy listo que se peinaba para atrás. El caso es que los dos se estaban preparando para una nueva aventura y mientras hablaban hacían planes de lo que harían con los tesoros que encontraran: que si hacer una fiesta, que si invitar a los demás piratas a merendar, etc. Y, en realidad, lo que les pasaba es que les hacían falta unos cuantos amigos… de pronto tuvieron una idea: ¡harían una piscina en el castillo y así todo el mundo querría venir a jugar en su piscina! Justo dentro del castillo había un pequeño lago y ahí podrían hacer la piscina, el problema es que la pirata no sabía nadar… el lobo le podía enseñar a nadar a lo perro pero cuando mejor aprendió a nadar fue cuando todos los niños y niñas les enseñaron cómo nadar a lo humano y una vez supieron los dos nadar se alegraron mucho pensando en todo lo que harían en la nueva piscina.

Con este ánimo se bajó el Lobo Lobobobo a buscar a su amigo el Castor porque los castores, como todo el mundo sabe, son expertos en construir presas y piscinas. Pero el Castor estaba un poco enfadado porque había perdido su loro y no tenía el cuerpo para presas, piscinas ni para nada de nada. Así que el Lobo se fue de vuelta al castillo a contárselo a la Pirata diciéndole: -Tú espera aquí, Señor Castor, que yo te traeré a tu loro.

Mientras tanto lejos de allí, pero no tan lejos que no se pueda llegar en barco, se encontraba El Hombre Malvado, un tipo tan malo que ni siquiera se había atrevido nadie a preguntarle su nombre y por eso le llamaban todos “El Hombre Malvado”. El tipo iba maquinando maldades detrás de sus gafas de sol y cada oportunidad que tenía la aprovechaba para hacer una maldad. Era tan malo tan malo que, decían, ni el agua se le podía acercar; pero la realidad era que el Hombre Malvado le tenía miedo al agua porque nunca había aprendido a nadar y por eso ni se bañaba, ni se duchaba, ni se acercaba a una piscina jamás; todas sus fechorías eran en tierra firme. Esta vez, se había propuesto fastidiar las aventuras de la única pirata buena que quedaba sobre la tierra: La Pirata Garrapata; para eso envió a su dragón Ramón que se comería a la pirata y a su lobo de un bocado. Además, así, podría quedarse con su castillo, que había oído que pronto tendría una piscina (claro que el Hombre Malvado no invitaría a nadie a su piscina sino que la quería para él solito).

En el castillo, la Pirata Garrapata y el Lobo Lobobobo preparaban todo lo necesario para salir en una aventura a lejanas tierras a buscar un tesoro perdido: mapas, ropa de recambio, galletas… ¡ah sí! En el castillo hacían las mejores galletas de toda la zona pero tenían un pequeño problema, aquellas galletas daban un sueño… ¡ooaaahh! un sueño que… un suezzzzzz

Y así la pirata y el lobo se quedaron profundamente dormidos justo en el momento en el que el Dragón Ramón se colaba en el castillo para comérselos y cuando estaba a punto de hincarles el diente el Lobo Lobobobo se despertó y, viendo que un dragón se les echaba encima, le tiró lo primero que tenía a mano que resultó ser una galleta que el dragón se zampó de un bocado sin pensar y de la misma manera cayó rendido en un profundo sueño. Cuando la Pirata despertó aprovecharon para encerrar a Ramón el Dragón en una mazmorra para que no pudiera comérselos.

Mientras, el Hombre Malvado calculaba que su dragón ya se habría comido a los habitantes del castillo y que ya sería hora de tomar posesión de él. La Pirata Garrapata y el Lobo Lobobobo ya habían sospechado que el Hombre Malvado aparecería por allí al ver al Dragón Ramón y por eso le habían preparado una pequeña sorpresa.

Cuando el Hombre Malvado entró triunfante por la puerta del castillo el lobo y la pirata se echaron encima de él empujándole al pequeño lago que pronto sería una piscina. El Hombre Malvado empezó a gritar y patalear y nuestros protagonistas aprovecharon el momento para acertarle con una de aquellas galletitas con lo que el Hombre Malvado cayó en un profundo sueño. Cuando despertó le tenían atado y el Hombre Malvado prometió que nunca más volvería a tramar maldades, que no volvería a tratar de comerse a nadie con su dragón y que, desde aquél momento, se portaría bien. Y de eso sabía mucho la Pirata Garrapata así que decidió que le ayudaría a ser una mejor persona y, además, le enseñaría a nadar para que pudieran jugar los tres juntos en la piscina.

¿Y el Señor Castor? El Señor Castor seguía esperando a las afueras del castillo suspirando por su loro perdido pero nuestros amigos no se habían olvidado de él y se presentaron todos juntos a traerle un nuevo loro que habían encontrado y que sería su nuevo mejor amigo.

Y así el Señor Castor se puso tan contento que terminó la piscina en un pis pas y pudieron invitar a un montón de gente y jugaron toda la tarde a hacer saltos en el agua.

Y colorín colorado… Este Cuento Irrepetible se ha acabado.”

11 de Octubre de 2015

La Escalera de Jacob de La Latina – Cuentos Irrepetibles

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