La Noche y el Día

Érase una vez, en el medio del mar, una lejana Isla en la que había una gran montaña, un denso bosque y un antiguo castillo. Los barcos surcaban los mares y pasaban junto a esta isla día tras día sin casi reparar en ella, hasta el día en el que el Pirata Jesús descubrió la Leyenda del Tesoro… Pero dejadme que os hable de este pirata:
El Pirata Jesús era uno de esos grandes piratas que se enfrentan a tormentas y monstruos marinos, curtido en mil batallas, tenía una pata de palo, una poblada barba y un rojo chaleco que siempre brillaba sobre su barriga. A Jesús, como buen pirata, se le daba muy bien nadar y le volvía loco encontrar tesoros. En su galeón pirata recorría el mundo entero en busca de cualquier mapa o pista que le llevase a un nuevo tesoro. En una de sus últimas aventuras, además de monedas de oro y otras joyas había recuperado un viejo pergamino en el que se leía la siguiente leyenda:
Entre la noche y el día,
desde la luna hasta el sol.
Una gran algarabía
para quien tenga el control.
Está alejado de todo
bosque, montaña y castillo,
en la Isla del Tesoro
encontrarás… (esta última parte se había borrado)
Siguiendo las indicaciones del pergamino había llegado hasta la Isla, tenía todo preparado para la aventura, pero se había hecho ya muy tarde y el sol empezaba a ponerse. Ah, sí, no os lo había dicho, pero al Pirata Jesús le daba un miedo aterrador la noche, sólo de pensar en ella le entraban escalofríos. Y es que las noches no eran como las de ahora, que cuando llega la mañana se hace de día, no; aquí la noche podía alargarse durante días, a veces semanas, y lo mismo pasaba con los días, nadie sabía cuánto duraría el día, ni lo que tardaría en pasar la noche. Por eso, pasaba la noche en su camarote con las candelas encendidas, distrayéndose con la idea de su próxima aventura. Como marino había conocido a mucha gente y también a muchos animales, entre ellos, a la pulpa (no era un pulpo sino una pulpa, sí) de nombre Naranja, con ella había hablado muchas veces sobre este asunto de las noches y aquél día le traía novedades, había escuchado hablar de cierto canto que hacía a la gente perder el miedo, el Canto de los Valientes; el pirata escuchaba refugiado entre las luces de las velas y pensaba si alguna vez se atrevería a cantarlo…
Pero el mar es muy ancho y las noticias sobre tesoros corren como las olas, y se había acercado a la Isla también un hombre peculiar, el policía Pepa Plátano, la autoridad del mar. Había recorrido los siete mares persiguiendo y atrapando a ladrones, malhechores y otros malvados y ahora se aburría en su barco, oteando siempre para ver si podía detener a alguien más. El policía había oído hablar del tesoro a través de otros marineros que le habían asegurado que quien lo poseyera podría convertir el Día en Noche, desde entonces ninguna otra idea había cabido en su mente, una noche perpetua daría salida a más ladrones y otras gentes de malas intenciones y volvería a la acción de los viejos tiempos, no volvería a aburrirse. Y con esa misma idea ponía pie en la Isla dirigiéndose al castillo.
Amanecía ya cuando el pirata se adentraba en el bosque que rodeaba el castillo, atravesando entre los árboles, las sombras del amanecer todavía ponían los pelos de punta al pirata, recordándole la noche, por suerte, las hadas que poblaban el bosque daban destellos de luz cada vez que agitaban las alas, con esa luz fue suficiente para que pudiera atravesarlo. De detrás de un árbol apareció de pronto un Gnomo, el gnomo Paco, gran conocedor de la Isla que le contó al pirata la vieja historia del Tesoro que podía hacer que la Noche se transformase en Día, y no había cosa que más ilusión le hiciera al pirata que quitar la noche para siempre en un mundo en el que nunca se pondría el sol. Aunque no sería tan fácil llegar al castillo, tendría que pasar la prueba del puente: un débil puente de cuerda que recibía a los visitantes, abajo le esperaban hambrientos cocodrilos y dragones que devorarían a cualquiera que cayese de aquel puente. Sólo alguien verdaderamente valiente podría cruzar. El Pirata Jesús se acercó al puente, vio las cuerdas, los cocodrilos, los dragones… y torció el gesto, no sería fácil pero no sería nada comparado con el premio de hacer desaparecer la noche. Se acercó al puente y antes de dar el primer paso, un ratoncillo, ocupado en sus quehaceres, cruzaba el puente sin más preocupaciones, como si de cualquier camino se tratase. El pirata se quedó sorprendido y le llamó:
¡Ratón! Acércate
¿Qué quiere usted?
Me he fijado en lo fácilmente que has cruzado este puente ¿no te da miedo caerte?
¿Del puente? Vaya, nunca me había fijado. Creo que he cruzado este puente tantas veces que ya ni me preocupo por ello.
Y tú… ¿podrías ayudarme a cruzar? – Y mientras hablaban habían ido andando sobre el puente.
¿A cruzar? ¡Pero si está usted ya al otro lado!
¡Caramba! Es verdad, muchísimas gracias ratoncito.
A veces le damos demasiadas vueltas a las cosas que nos dan miedo y las hacemos más grandes de lo que son.
Tienes razón ratoncillo… Eso me da mucho en qué pensar. Pero ahora… ahora voy a buscar un tesoro.
Y salió disparado camino del castillo.
Mientras tanto, el policía Pepa Plátano había llegado ya a la puerta del castillo y al cruzarla se había encontrado con el fantasma del último señor que había vivido en el castillo (en este caso señora). Este policía tampoco era fácil de asustar, sin embargo, había algo que le intrigaba en este fantasma:
¡Fantasma! ¿Tú qué haces aquí?
¿Yo? Fui la última en vivir en este castillo y desde entonces aquí me encuentro, guardando el Castillo y su Tesoro.
Ah, así que ¿eres tú quien custodia el tesoro?
Sí, y la llave mágica que lo abre.
¿Una llave?… ¡Yo soy la policía! Entrégame esa llave.
¿Qué? Jajaja, no, hombre, no. Si quieres la llave tendrás que ofrecerme algo a cambio…
Pero ¿qué estás diciendo? Si quieres seguir libre me entregarás la llave.
Venga hombre, no seas así, si es muy fácil.
¡Dame la llave! -y se iba enfadando cada vez más.
Me conformaría con un abrazo.
¡Has acabado con mi paciencia! -Saltó sobre la fantasma para tratar de atraparla pero como buen fantasma que era la atravesó estrellándose contra el suelo. Eso enfadó mucho más a Pepa Plátano.
Te dije que sería muy fácil pero sólo si vas por las buenas. – La fantasma le miraba y Pepa estaba que echaba humo pero de pronto le cambió la cara y con una extraña sonrisa se acercó a ella.
Está bien… te daré ese abrazo. -Mintió. En cuanto la fantasma empezó a tomar cuerpo físico el policía la puso unas esposas y la dejó atada en la puerta del Castillo sin poder moverse: -Ahora te quedarás aquí sin molestar y yo iré a buscar ese tesoro. Luego hablaremos de la llave.
El policía estaba tan enfadado que no podía ni ver el error que cometía, sin la llave no podría abrir el tesoro y así no serviría de nada.
Al poco llegaba ya el Pirata Jesús y al encontrar allí a la fantasma atada se acercó a preguntarle qué le pasaba y qué hacía allí. La fantasma le contó la historia que acababa de ocurrir y así supo Jesús del policía y también sobre el tesoro y la llave y…
Un momento fantasma, ¿si te doy un simple abrazo me darás la llave?
Así es. La verdad es que llevo tanto tiempo aquí sola que lo único que quiero es alguien que me abrace, bueno, y gente con quien hablar también.
Pues mira, fantasma, cuando acabe todo esto prometo venir al final de cada travesía para contarte mi última aventura, así estarás entretenida mucho mucho tiempo.
¡Gracias!
Y ambos se dieron un gran abrazo. Ya se iba a marchar el pirata cuando la fantasma le llamó una vez más:
Pirata, te dejas la llave…
¡Es verdad! Jajaja. Y ahora, a por el tesoro.
Pero antes de adentrarse en el Castillo tenía que planear cómo pararle los pies al policía o jamás conseguiría el cofre del tesoro. Recordó las hadas que habitaban el bosque y que no habría mejor distracción que un gran enjambre de luces brillantes rodeando inesperadamente al policía. Fue a hablar con ellas para explicarles la situación y les contó lo que había hecho con la fantasma y las terribles intenciones que tenía, les explicó el plan para confundir al policía y las hadas que son tan pequeñas que sólo pueden albergar una emoción en su interior, se llenaron de valentía y siguieron al pirata hasta el castillo. Encontraron a Pepa Plátano cuando subía de las mazmorras con el cofre en la mano. Rápidamente las hadas volaron en torno al policía, miles de pequeñas luces surgían de la oscuridad en un torbellino que giraba a su alrededor, dejando a Pepa Plátano totalmente petrificado.
El pirata agradeció a las hadas su ayuda y cogió el cofre de las manos del policía. Se regodeó en el momento, pensando en el eterno día donde la noche no le asustaría nunca más… Y tantas vueltas le dio al momento que, justo antes de meter la llave en el cofre, Pepa Plátano había salido de su estado de petrificación y saltaba ya sobre él arrebatándole el cofre y la llave.
¡Por fin! – exclamó el policía – La noche eterna será mía, nunca más volveréis a ver la luz del sol.
Y abriendo el cofre del tesoro el sol se extinguió y las sombras invadieron el castillo y cada rincón de la isla. El pirata Jesús comenzó a sentir un nerviosismo que se convertía en inquietud y de ahí pasó al temor y comenzó a correr en todas direcciones muerto de miedo. Entonces recordó que Naranja la pulpa le había hablado de un canto que acompañaba a los valientes pero estaba tan asustado que no podía articular palabra; por suerte, al ver la noche caer de pronto sobre el bosque, las hadas supieron que algo había ido mal y en seguida se dieron la vuelta y aparecían ya en el castillo batiendo sus pequeñas alas que se convertían en luces que iluminaron el salón. El pirata no necesitó más para cantar valientemente:
Ah, Pepa Plátano el tesoro has robado
pero amigo de esta no te has librado
con las pequeñas hadas lo hemos logrado
y ahora el tesoro hemos recuperado.
Ni a la noche ni a la luna ni a nadie más
Con esta canción nada de nada temerás.
Se sentía mucho más seguro ahora, recordó también las palabras del ratoncillo y pensó que quizá le había dado muchas vueltas a aquello de la noche y que no parecía para tanto porque ahora que veía la noche con luz no había nada que temer.
Ahora nada le detendría, se lanzó sobre el policía que le miraba perplejo, forcejearon por el tesoro, discutieron, pelearon… -¡El día será noche para siempre! -¡No volverás a ver la luna jamás!… y pasado un rato se dieron cuenta de que toda aquella disputa no llegaría a ninguna parte así que decidieron que sería mejor llegar a un acuerdo:
Pactaron que desde aquel momento y para siempre, la mitad del día sería día y la otra mitad sería noche y así se quedó para siempre en el mundo hasta el día de hoy.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Teatros Luchana, 25 agosto 2018