“Érase una vez en mitad de la selva, en una cabaña de madera, vivía Jaimito. Un científico que estaba investigando las plantas, los minerales y los animales de la selva para encontrar nuevas medicinas.
Un día, mientras estaba preparando un experimento llamaron a la puerta y, al abrir, descubrió con sorpresa que era su abuela que venía a visitarle y le traía las dos cosas que mas le gustaban: unas flores y unas rosquillas. A Jaimito le hizo mucha ilusión poder comer las rosquillas de su abuela, con su buen glaseado por encima… aunque estaban un poco resecas y se hacían bola.
Mientras tanto, en otro lado de la selva estaba Croco, un dragón que escupía agua, y que no le gustaba que hubiera humanos en su selva. Harto de Jaimito y sus experimentos, decidió inundar toda la selva y hacer así que se fuera de allí. Todo el plan lo tramó en un claro de la selva, escribiendo sobre la arena y hablando en voz alta para sí mismo… pero no sabía que, escondido detrás de un árbol, estaba la tortuga Martín, una amiga de Jaimito, que lo había oído todo.
Martín empezó a correr (todo lo que puede correr una tortuga) para avisar cuanto antes a Jaimito de los malvados planes que había oído y, de pronto, apareció planeando en el cielo un cóndor, primero hizo unos círculos sobre Martín, luego unas piruetas y finalmente pasó volando muy muy cerca de él para ver si era comestible pero al tratar de morderle en el caparazón se hizo daño en el pico. Antes de que volviera a atacar, Martín le explicó a voces al cóndor el plan de Croco entre pasada y pasada y el pájaro pensó que podría necesitar una ayudita, así que le cogió con sus garras y le llevó volando hasta la casa de Jaimito.
Entraron por la ventana aterrizando en mitad del salón de la cabaña de Jaimito y éste, tan despistado que era, casi pisa a Martín, que dio un grito morrocotudo sobresaltando a Jaimito que ¡casi se desmaya del susto! Una vez recuperado del sobresalto le contaron el malvado plan de inundación de Croco… y después de darle muchas vueltas, al final, decidieron que necesitaban ayuda de todos los animales que encontraran para conseguir pararle. Y así Jaimito salió disparado en busca de ellos.
Primero fue a buscar a los monos peluche para pedirles ayuda, estos monos eran muy sabios y muy charlatanes pero estaban tranquilamente comiendo plátanos (que era lo que más les gustaba) tirados ahí en las ramas de los árboles y, claro, no sabían muy bien si querían ayudar a Jaimito y Martín o preferían quedarse ahí tumbados a la bartola con sus plátanos. Después de insistirles mucho, se reunieron en comunidad, deliberaron entre ellos y decidieron ayudarle, además los monos que eran tan sabios sabían qué era lo que más le molestaba a Croco: los silbidos.
Entonces Jaimito fue a buscar a los animales que mejor silbaban de toda la selva: los pájaros. A éstos sí que fue fácil convencerlos, porque a ellos les encantaba silbar y no iban a dejar pasar una oportunidad como esta para silbar y además ayudar a un amigo, las pájaros fueron a prepararse para la acción y se despidieron con un silbidito.
Después fue a ver a los ratones silbadores, Jaimito llamó a la puerta de una madriguera pero los ratones, que son muy perezosos, estaban durmiendo la siesta y no querían salir. Entonces Jaimito se dio cuenta que en el bolsillo llevaba unas rosquillas de su abuela y decidió espolvorear unas miguitas a la puerta de la madriguera mientras cantaba la canción de la rosquilla. Al olor de las rosquillas, los ratones se fueron despertando y se asomaron a la puerta uno tras otro, medio adormilados, sólo guiados por sus naricillas y el dulce olor de las rosquillas; y, mientras se comían una miguita tras otra de las rosquillas, Jaimito les iba explicando el malvado plan del malvado Croco y, una vez hubieron terminado todas las miguitas, decidieron ayudarle.
Siguió buscando animales para ayudarles en su aventura y llegó a la laguna, donde vivía el cocodrilo, un peligrosísimo animal que no dudaba en comerse a quien le cayera mal… aunque a él, en realidad, lo que le gustaban eran las pipas pero con sus grandes garras no podía pelarlas. Así que Jaimito, le peló unas cuantas pipas que tenía el cocodrilo guardadas por si acaso y, por fin, feliz y satisfecho, decidió que iba a ayudarle y se despidió de él también con un silbidito.
Cuando Jaimito llegó a su cabaña se sorprendió al encontrar tantos animales venidos de toda la selva y parte de las montañas y todos ¡habían venido a ayudarle! Jaimito y Martín estuvieron explicando a los animales el plan que pensaban hacer para derrotar a Croco y, al asomarse a la ventana de la cabaña, se dieron cuenta de que ¡ya había empezado a llenarlo todo de agua y se estaban inundando sus tierras!
Justo en ese momento Llamaron a la puerta y cuando Jaimito se asomó encontró… ¡a Croco! Jaimito tenía mucho miedo, muchísimo, y no quería abrir pero cuando vio a todos sus amigos los animales y a su abuela haciendo calceta en la cabaña se dio cuenta de que todos juntos podrían vencerle, se armó de valor, abrió la puerta y decidió enfrentarse a Croco. Cuando el malvado dragón dio un paso entrando en la cabaña esperando que todos huirían atemorizados, los animales se miraron entre ellos y todos empezaron a silbar con fuerza.
Entonces el dragón Croco, desesperado por el ruido de los silbidos, se echó a llorar, y pedía entre lágrimas que pararan los silbidos. Cuando por fin se detuvieron para escuchar a Croco, él explicó que en realidad le encantaba silbar canciones con gente pero como tenía tan mal humor, cuando trataba de silbar con alguien se enfadaba y acababa dándoles gritos y escupiendo agua, así que ya nadie quería silbar con él. Jaimito le dijo que si quería volver a recuperar a sus amigos tenía que tratar con cariño a todos los demás animales, sobre todo cuando quisiera enseñarle a otros animales a silbar nuevas canciones.
Una vez que lo hubieron arreglado todo con Croco, se percataron de que todo seguía inundado, y pensaron que para arreglar las inundaciones lo mejor que podían hacer era repartir rosquillas a todo el mundo y como estaban un poco secas y se hacían bola, le darían ganas de beber mucho a todos… y así todos los animales del bosque comieron rosquillas, bebieron el agua y, en un silbidito, estaba toda la selva limpia y recogida.
Y colorín colorado… Este Cuento Irrepetible se ha acabado.”
24 de Mayo de 2015
La Escalera de Jacob – Cuentos Irrepetibles