El Pirata Calamar contra el Pirata Dientes de Ajo

“Érase una vez en un pueblo de la costa un piratilla despistado, muy despistado, al que todos llamaban el Pirata Calamar pero nadie se acuerda muy bien por qué, ni siquiera él mismo que una vez lo apuntó en un papel pero todavía no se acuerda de dónde lo ha dejado… El Pirata Calamar es uno de esos piratas que no van robando ni abordando barcos ni secuestrando princesas de otros cuentos, no, no; a este pirata sólo le interesaban las aventuras y, esta vez, tenía una aventura a la vista que iba a cambiar su rumbo para siempre, había caído en sus manos el mapa del famoso Tesoro de la Isla Calavera, un tesoro lleno de doblones, joyas, corales y colores.

Lo que no sabía el Pirata Calamar es que había alguien más detrás de ese mismo tesoro: un malvado pirata, esta vez sí, de los de verdad, de los que roban, abordan y secuestran, el Pirata Dientes de Ajo y su plumífero ayudante el Loro Paco. El Pirata Dientes de Ajo había estado espiando de taberna en taberna, de muelle en muelle, para ver qué aventuras preparaban los otros piratas para robarles los tesoros en el último momento y ahorrarse todo el trabajo de buscar mapas y cavar agujeros; y así había estado escondido en un barril en el muelle justo cuando el Pirata Calamar reunía a su tripulación… bueno, en realidad nada más que consiguió a un pequeño hombrecillo que le prestó un viejo barco para hacerse a la mar pero eso no es lo importante, lo importante era que ahora el Pirata Dientes de Ajo iba también detrás del Tesoro de la Isla Calavera…

El Pirata Calamar preparó todo lo necesario para el viaje y se subió en su barco rumbo a la Isla Calavera pero no era una travesía fácil, el ancho mar estaba lleno de tiburones que le acechaban, después se encontró con un Kraken, el calamar gigante que atacó a este otro Calamar, nuestro pirata, uno mucho más pequeño, destrozándole el barco con uno de sus gigantescos tentáculos. Cuando ya lo daba todo por perdido, flotando en medio medio del mar agarrado a un tablón de su barco hecho pedazos, de pronto vio como entre la niebla se presentaba… La Isla Calavera.

Pero nuestro pirata no había estado solo todo este tiempo, desde las alturas le había estado vigilando el Loro Paco y, en cuanto llegó a la isla fue volando a avisar al Pirata Dientes de Ajo que se presentó en la isla dispuesto a conseguir un tesoro más sin pegar un palo al agua ni una pala en el suelo.

Después de mucho buscar, el Pirata Calamar se sentó bajo una palmera a descansar un rato cuando oyó un ruido entre la maleza, sigilosamente se acercó a mirar y se encontró la escena más inesperada: el Pirata Dientes de Ajo gritaba y lloraba subido a una palmera y asustado como si hubiera visto un fantasma mientras el Loro Paco trataba de calmarlo diciéndole – Tranquiiiiiilo, si no pasa naaadaaaa. El Pirata Calamar se acercó un poco más para ver qué era lo que asustaba tanto a un pirata tan malvado y casi no pudo contener la risa al ver que era un viejo osito de peluche que la marea había traído hasta la costa.

Así que el Pirata Calamar tramó un plan para derrotar a Dientes de Ajo que tanto había hecho sufrir a todos los habitantes de aquel pueblecito de la costa: pidió ayuda a todos los niños y niñas para que sacaran sus peluches y se los lanzaran a Dientes de Ajo en una emboscada de peluches que el pirata Dientes de Ajo no pudo aguantar por mucho tiempo antes de desmayarse.

Al despertar el Pirata Calamar y todos los niños le estaban esperando para pedirle explicaciones… – ¿Por qué te llevas siempre los tesoros de los demás, robas a la gente del pueblo y secuestras a las princesas de los cuentos? – A lo que el Pirata Dientes de Ajo respondió: – Lo que quería era poder tener muchas cosas para que la gente viniera siempre a buscarme a mi para jugar. – ¡Pero hombre! Si lo que querías era jugar con muchos amigos entonces lo que tenías que haber hecho era pedírselo ¡hubiera sido mucho más fácil!

Y así el Pirata Dientes de Ajo aprendió la lección y desde ese día en lugar de robar, abordar y secuestrar se acercaba a la gente amablemente a pedirles que jugaran con él y desde entonces tuvo muchos amigos.

Y colorín colorado… Este Cuento Irrepetible se ha acabado.”

16 de Julio de 2013

Escuela Chiquitín Olimpio

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