No te quedas en blanco, porque hay equipo

Pablo Romo

Pablo Romo

Profesor Escuela Impro Impar

Una pregunta que me hacen muy a menudo, tanto el público como los alumnos en los primeros años de formación, es: “¿no te quedas en blanco?”. SÍ, todos hemos pasado por ese momento en el que no se nos ocurre cómo continuar la escena. Sin embargo, existen estrategias para salir de ese barro, ya sea por uno mismo o, lo que es más interesante, con la colaboración de alguien de tu equipo.

Cuando hay equipo, no hay competición

Las herramientas de la impro están pensadas para generar una historia, no sólo de manera espontánea sino también colectiva. El peso de la creación y eje central es lo generado en común. Se reparte el peso y la responsabilidad.

Las dinámicas de grupo generan una interesante sinergia. Así, debes enfocarte en hacer brillar a los demás, apoyando a fondo sus propuestas, y los demás te harán brillar a ti. El resultado final hace que, más que una suma de todas las ideas, haya un efecto multiplicador.

Si usamos correctamente estas herramientas dirigidas al apoyo mutuo, descubriremos cómo facilitan el discurrir (“flow” que dicen los anglos) de la narración, eliminando los interbloqueos y los callejones sin salida. Jugando en equipo es más difícil que lleguen situaciones en las que la historia pueda bloquearse,  y nos quedemos atascados sin saber cómo continuar.

Primero veamos un par de trampas habituales en improvisadores en formación, que suelen llevar a bloqueos. Conociéndolas procuraremos evitarlas, o saber cómo manejarlas mejor: son los chistes y las preguntas.

El chiste bloquea la narración

Muchas veces se plantea que la impro es un lugar para la comedia, y se confunde la comedia con el chiste o el ingenio en solitario. Estas acciones individuales pueden levantar una risa puntual, pero el chiste rompe el discurso. La mayor parte de los chistes funcionan precisamente porque rompen la línea argumental. Sin embargo, lo mismo que descoloca a la audiencia provocando la risa, descarrila la historia. Y solo los más avezados improvisadores podrán continuar desde ahí. Hay que tener mucho cuidado y ver como añadir sin romper.

Preguntas sin respuesta

En el mundo real, cuando nos hacen una pregunta es porque somos la persona que sabe la respuesta. Cuando estamos improvisando, somos un personajes que puede que tenga la respuesta, pero aún no la hemos construido. Hacer una pregunta fuerza a rebotar sobre lo último mencionado, pillando muchas veces a contrapié, y otras veces dejándole la responsabilidad de rellenar un vacío al otro de forma inmediata y automática.

Entonces, ¿no se puede hacer preguntas? Se puede, pero muchas veces el truco estará en hacerlas con una respuesta implícita en la propia pregunta. Siendo una propuesta en sí misma. Así, será más fácil contestar ya que se podrá reaccionar de manera más completa a la pregunta. No es lo mismo: ¿te gusta lo que hay en la caja?, que ¿es este el anillo que querías?

¿Qué puedo hacer si me quedo en blanco?

Normalmente, esto ocurre porque el flujo de creación se ha bloqueado, ya sea por una de las trampas anteriores, o por alguna otra razón. Mientras algo surge, puedes hacer cosas sencillas:

Sigue accionando

Ponte a realizar una acción o continúa la que estabas haciendo, aunque sea repetitivo: fregar los platos, barrer, mirar (pero mirar con intención, no con la mirada perdida). Esa acción se puede convertir en una sugerencia sobre dónde estás; la emoción que estás viviendo; o te dé información sobre algún objeto que puedes utilizar para seguir con la escena.

Escucha

Nos podemos apoyar en todo lo que tenemos a nuestro alrededor. Los nervios que provoca verse bloqueado, solo nos dejan mirar hacia dentro. Podemos calmarlos mirando hacia fuera y detectar algo que nos dé apoyo para el siguiente paso. Cuando hablamos de escucha no nos referimos solo a los oídos, abre todos tus sentidos y escucha.

¿Qué puedo hacer si mi compañero se queda en blanco?

Lo más bello de la impro es poder rescatar a un compañero, ahí es donde se demuestra la fuerza del equipo defendiendo que la pieza que se está construyendo no se desmorone. Si por alguna razón en la escena quedó una sola persona improvisando y no sabe por dónde continuar:

Haz más grande lo último que se propuso

Esta regla funciona en toda improvisación, y apoya las propuestas de los demás. Sube las apuestas de lo último que se dijo y construye encima el siguiente paso de la historia.

Aprovecha algo que ya ocurrió

Desde fuera se tiene una visión más global y se tiene perspectiva de las propuestas conscientes e inconscientes. Recoge alguna de estas ideas y lánzalas de nuevo al centro de la escena.

Arranca un motor de tu compañero

Como en los coches antiguos que se arrancaban dando vueltas a una manivela. Entra con un movimiento (motor físico), una emoción (motor emocional) o con una frase (motor verbal). La persona “en blanco” debe estar en modo escucha y entonces puede aprovechar ese motor externo para convertirlo en uno interno. Ya sea replicándolo o reaccionando a él. Por ejemplo, entras enfadado (emoción) y la persona en escena puede enfadarse o reaccionar al enfado. O entras barriendo y la persona en escena puede ponerse también a barrer o apartar los pies para que no se los barran.

Como verás, principalmente estas ideas se basan en dos pilares, que son principales en toda improvisación: escucha y reacción. No trayendo cosas de fuera, sino aprovechando lo que ya hay dentro para continuar.

Espero que no te quedes en blanco próximamente pero, si ocurre, puedas recurrir a estas herramientas. ¿Tienes alguna estrategia propia?

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Foto de Andrea Piacquadio en Pexels

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