Construir la impro mirando hacia dentro

Pablo Romo

Pablo Romo

Profesor Escuela Impro Impar

El improvisador crea la historia por puro instinto, dejándose arrastrar por las ideas que surgen de manera automática. Y aunque siempre hablamos de lo importante que es la escucha hacia lo que está sucediendo fuera, hoy quiero mirar dentro. Hay dos lugares que, como chisteras mágicas de las que sacar ideas, nos pueden ayudar: dentro de nosotros y dentro de la impro.

El primero, es el universo interior que cada uno tenemos. Desde ahí podemos aportar a la historia colectiva. Lo que se llama hacer un rebote mental. Nos debemos permitir resonar lo que está ocurriendo en la historia con recuerdos, memorias, experiencias, historias de nuestro pasado o conocimiento propios. Puede ser una vivencia, o puede ser un referente cultural compartido. Pueden ser cosas de las que has oído, leído o visto.

Es curioso cómo a veces queda resonando alguna idea en el calentamiento o en alguna conversación antes de la impro que aparece en mitad de la historia, como si hubiese sido invocada. Historias “basadas en hechos reales”, y ese “basado” puede tener mucho margen.

Apoyémonos en hombros de gigantes, inspirados en las creaciones que otros crearon antes y han nutrido nuestro imaginario. Pero sin plagiar, solamente permitiendo que inspiren nuevas historias, con personajes o lugares que nos recuerden a aquellos.

El segundo, es mirar hacia atrás. Dicen que los actores de texto actúan mirando hacia delante, sabiendo lo que va a ocurrir y preparando el terreno. Mientras, los improvisadores miran hacia atrás, a ver lo plantado y ver qué frutos se pueden recoger.

A veces, para buscar cómo continuar una historia hay que mirar con calma hacia dentro de la escena, a lo que ya se ha dicho y ver a qué idea se le puede aún sacar más punta. Ver de qué hilo aún se puede tirar. Toca pararse, repasar lo ocurrido, los elementos usados o mencionados y ver si alguno de ellos provoca un rebote de ideas que nos propulse en una nueva dirección. 

Muchos surgieron de manera espontánea, detalles que en su momento no se recogieron. Alguien añadió un adjetivo, uso un objeto, comentó algo y en su momento no generó una reacción. Pero han quedado resonando cual eco en tu cabeza.

También es interesante plantar de manera intencionada, pararse en detalles sobre objetos o comportamientos, profundizar en algunos temas sin que sean parte de la trama principal, pero no olvidarlos. Más tarde podremos recoger lo sembrado y todo tendrá sentido, al estilo de la famosa escopeta de Chejov.

Una gran manera de terminar una impro es rescatar algo que ocurrió anteriormente, darle fuerza y convertirlo en catalizador del final.

La impro debe surgir de manera automática, así que estos recursos que se plantean de una manera muy cerebral hay que entrenarlos y tenerlos presentes. Así, tus impros tendrán una mayor coherencia y consistencia.

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